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DAR GRACIAS, UNA PARTE DE CÓMO EVOLUCIONAMOS LOS HUMANOS.

La práctica de expresar gratitud es una tradición que se ha arraigado profundamente a lo largo del tiempo en la historia humana. A medida que los científicos investigan más sobre la ciencia detrás de la gratitud, descubren que este sentimiento probablemente recomendado un papel esencial para unir y ayudar a nuestros antepasados ​​a sobrevivir.

Este legado ancestral perdura en la actualidad, ya que la disposición para sentir gratitud moldea nuestra identidad como especie y la forma en que nos conectamos con quienes nos rodean. Sarah Schnitker, psicóloga de la Universidad de Baylor, menciona que la gratitud es parte inherente de nuestro ADN humano y, de cierto modo, actúa como un pegamento que nos une.

Este sentimiento de agradecimiento ha sido fundamental para la cohesión social y la supervivencia a lo largo del tiempo, ya que cultivar la gratitud ha fortalecido las relaciones humanas, fomentado la colaboración y ha contribuido a la cohesión comunitaria.

Los seres humanos somos animales sociales, y gran parte de nuestra supervivencia a lo largo del tiempo ha dependido de nuestra habilidad para colaborar y trabajar juntos en comunidad, en lugar de depender únicamente de la fuerza o el tamaño.

Un concepto clave en la construcción de relaciones es la reciprocidad: la idea de que si alguien nos trata bien, sentimos la necesidad de devolver esa bondad. Michael Tomasello, psicólogo del desarrollo de la Universidad de Duke, destaca este aspecto en la interacción humana.

Este concepto también se observa en el reino animal. Malini Suchak, investigadora del comportamiento animal en la Universidad Canisius, realizó experimentos con monos capuchinos y chimpancés. Descubrió que estos primates mostraban más disposición para ayudar a otros que previamente les habían prestado ayuda.

Algunos científicos sugieren que el sentimiento de gratitud evolucionó para mantener estos intercambios de ayuda. Este sentimiento podría estar relacionado con un sentido de reciprocidad, donde si alguien nos ayuda, sentimos la necesidad de “devolver el favor” con una acción amable. Jenae Nelson, investigadora de la gratitud en las universidades de Baylor y Harvard, explica esta perspectiva.

Tanto en animales como en humanos, estos intercambios no siempre son transacciones uno a uno. Por ejemplo, un simio que es acicalado por otro puede más tarde respaldar a ese compañero en una pelea, lo que muestra que la reciprocidad no siempre implica mantener un equilibrio exacto, sino más bien la formación de conexiones emocionales más amplias.

Aunque no podemos comprender completamente las complejidades de la comunicación animal para determinar si expresan “gratitud” como los humanos, tiene sentido pensar que alguna forma de intercambio social y sentido de reciprocidad ha estado presente en nuestro linaje evolutivo desde temprano.

Los estudios han encontrado que la gratitud puede aparecer en algunos puntos de nuestros genes y cerebros , incluidos aquellos relacionados con los vínculos sociales, el sentimiento de recompensa y el punto de vista de otras personas.